San Francisco, previo a la cuaresma, junto al lago de Perusa, estuvo hospedado en casa de un amigo seglar, tuvo la inspiración de Dios de ir a pasar toda la cuaresma en solitario en una pequeña isla deshabitada de dicho lago.  

San Francisco le pidió a su amigo que lo llevara en su barca a la isla del lago durante la noche del miércoles de ceniza, sin que nadie se diera cuenta y su amigo así lo hizo. Para su estancia, San Francisco no llevó consigo más que dos panecillos.

Llegados a la isla, San Francisco le pidió que volviera a recogerlo hasta el día del jueves santo, quedándose solo San Francisco en la isla.

En la isla no había más que naturaleza, por lo que se adentró en ella, hasta que encontró un resguardo natural entre zarzas y arbustos. En este sitio se puso a orar y a contemplar las cosas de Dios sin comer otra cosa más que la mitad de uno de aquellos dos panecillos que llevó, así lo pudo comprobar su amigo el día jueves santo, al ir a recogerlo, de los dos panes halló uno entero y la mitad del otro.

San Francisco comió solo medio pan de los dos que llevaba ya que quiso alejar de sí la vanagloria, de igualarse al perfecto ayuno que logró Jesús cuarenta días y cuarenta noches.

 

San Francisco se tomaba muy en serio la cuaresma, porque es un tiempo de gracia; una oportunidad para apartarse de todo y quedarse con el todo, que es Jesús. 

La cuaresma es vivir con Jesús, configurarse con Él, y al mismo tiempo, honrarlo desde nuestra humanidad, con un corazón humilde, dejando todo el mérito y gloria al Señor Jesús.

 

Paz y Bien

 

Fraternidad de la Purisima Concepcion

Celaya Guanjuato Mexico